
La buena noticia es que en Tulum aún no se puede descargar el papel de baño en el retrete. La plomería, como el agradable clima templado y tenaz población de iguanas, está profundamente arraigada en la identidad de esta ciudad localizada a hora y media al sur de Cancún. Pero ni siquiera una infraestructura de plomería cuasi funcional puede disuadir a los turistas. Lo que me lleva a darles la noticia menos buena. Si no ha visitado Tulum en los últimos años, una advertencia: es mucho más grande de lo que recuerda. El Tulum actual tiene tres cosas que muchos nunca creyeron posible: tráfico, gentío y restaurantes con lista de espera. Pero no se desespere. De hecho, la ciudad (ya no es un pueblo) es más emocionante que nunca. La playa sigue siendo impactante. Las ruinas siguen estando ahí. La comida es picante y auténtica. Y para los que estén dispuestos, hay joyas secretas polvorosamente alejadas de los caminos principales.
Viernes
5 p.m.
Haga cola
A menos que viaje aquí aislado, muchas veces le aconsejarán comer en Hartwood Tulum. La fila para entrar puede rondar en las dos horas. Si no estuviera informado, simplemente se presentaría en el lugar, se mofaría del gentío y se iría a otra parte. Mi consejo: no lo haga. En cambio, llegue temprano. Hartwood Tulum no tiene equipos eléctricos además de una sola licuadora; casi toda la comida es machacada y mezclada a mano o tirada a la parrilla o al horno de leña. Eso significa comer una noche pescado entero asado con cebollas y hierbas aromáticas del chef expatriado Eric Werner, y la siguiente pulpo a la parrilla con papas asadas, chile y verduras mexicanas de hoja. El salón comedor es tan abierto como la cocina, con faroles de citronella dando luz y ambiente (la cena para dos, sin tragos, cuesta aproximadamente 600 pesos mexicanos, o 45 dólares a un tipo de cambio de 13 pesos por dólar).
Sábado
9 a.m.
Color local
Zamas, un hotel y restaurante bar, es el brillante centro de Tulum pintado con crayolas. Estar en Tulum significa comer en Zamas, quedarse en Zamas, beber en Zamas o simplemente disfrutar de las mesas y sillas color rosa, azul, amarillo y verde azulado de Zamas. La mejor hora para ir es por la mañana; cuando la playa está recién rastrillada, cuando las olas son suaves y cuando el gentío es escaso. Ordene un capuchino y huevos rancheros; huevos fritos y frijoles negros servidos sobre una crujiente tortilla de maíz (desayuno para dos, aproximadamente 250 pesos). Una vez que los dueños de las tiendas abren sus puestos y las calles se llenan con editores de moda de camino a clases de yoga, esa es la señal para avanzar.
11 a.m.
Servicio público
No me importa qué tan tibia sea el agua en Córcega o qué tan suave sea la arena en Maui. En lo que respecta a playas, las costas de Tulum impresionarán hasta al snob más crítico del mundo. Además, el agua es tan clara como una pecera y tan suave como para una guardería infantil. Aléjese manejando (o mejor aún, pedaleando) de la calle principal y diríjase a Mezzanine Hotel. En el lado más alejado del hotel, deje su bicicleta y baje por el breve camino hacia la playa. Hay mucha probabilidad de que tenga una amplia franja de arena solo para usted. Lleve abundante agua y bloqueador solar; con la escasez de gente viene una escasez de sitios para comprar cualquiera de estas dos cosas.
1 p.m.
Playa secreta
Todo destino turístico tropical tiene una playa secreta de la que los locales no quieren que se entere. En Tulum, el lugar es Chamico’s; un café playero tan tranquilo y encantador que jurará haberlo visto en una película (no lo ha visto). Naturalmente, Chamico’s no tiene teléfono, página de Internet ni dirección. Para llegar ahí, salga de la autopista por un caminito de tierra (busque el letrero de Jashita Hotel) y conduzca al sur hacia la bahía de Soliman. Observe al guardia de la puerta provisional con una mirada que diga que sabe lo que hace. Después, pase frente a chalets palaciegos hasta que termine el camino. Agarre una de las desvencijadas mesas de plástico en un grupo de palmeras y acomódese. Las opciones del menú son pescado frito o ceviche o lo que sea que haya sido pescado en la mañana, seguido por una cerveza Sol helada (espere pagar aproximadamente 300 pesos). En Chamico’s únicamente hay dos reglas: solo efectivo y no decir a sus amigos (abierto de las 9 a.m. a las 5 p.m., o cuando sea que al dueño le dé la gana).

4 p.m.
Descanso de moda
Con el incremento en Tulum de editores de moda y estilistas, hay un aumento de sitios para gastar dinero. La parte más difícil será estacionarse; si tiene ganas de caminar o andar en bicicleta, esta es la ocasión. De lo contrario, conduzca al restaurante Hartwood y estaciónese entre cualquier par de palmeras que no tengan letrero de No Estacionarse. Todos los negocios están separados por pocos metros: Mr. Blackbird es una boutique diminuta (casi se pueden tocar ambas paredes al mismo tiempo) con piso de arena, elegante joyería, sandalias con tirantes de piel y chales y rebozos bien editados. Del otro lado de la calle, Josa Tulum vende lentes de sol con alegres estampados vibrantes. Hacienda Montaecristo es el lugar para bolsas, tops y vestidos bohemios con detalles en piel. O sáltese la ropa por completo y consienta su recién descubierto aprecio por el mezcal en La Tente Rose Mexican Wine and Spirits, una licorería donde las botellas se exhiben como obras de arte.
7 p.m.
Tómese un trago
Es muy probable que los tragos en Gitano puedan costar más que la cena. Este es el nuevo Tulum; el tipo de lugar donde parece razonable balancearse entre la selva con tacones de punta de 12 centímetros. Cuando mi esposo y yo visitamos el lugar en compañía de amigos, los tragos para cuatro (una ronda cada uno, a decir verdad) más un aperitivo de guacamole, pico de gallo y salsa de semilla de calabaza maya costó aproximadamente 700 pesos (casi 53 dólares). Pero está pagando tanto por estar en el lugar como por probar los cócteles de la casa. Agarre una mesa en algún lugar cerca de la bola de discoteca, aunque solo sea porque ver una bola de discoteca rebotando en frondas de palmeras es tan divertido como inesperado.
9 p.m.
Fiebre de la selva
Todo en Tulum está al costado de la playa o de la selva, y ningún establecimiento del lado de la selva es más selvático que Restaurare. Las mesas están puestas bajo un techo de palmeras tan exuberantes que pensará haber muerto y despertado en la isla de Gilligan. La cocina abierta solo sirve comida tradicional maya; todo local, todo vegan. Karla Yoana Gonzáles Madrazo y José Roberto Terrazas Jiménez, los dueños, retocan el menú por temporada, pero si tiene suerte estarán sirviendo ceviche de ostiones con champiñones y curry maya con leche de coco (cena para dos, aproximadamente 700 pesos).
8:30 a.m.
Yoga en la playa
Ir a Tulum y no tomar una clase de yoga es como jurar abstinencia de vino en La Toscana. Está por doquier y es ineludible. Uno de los sitios más serenos para encontrar su tercer ojo es Maya Tulum. Luego de anotarse para una clase, recorra el arenoso camino que lleva al estudio de yoga. Una advertencia: no se deje engañar por la innata calma de su maestro. Justo cuando cree qué está por volverse demasiado espiritual como para realmente sudar, notará que se tensiona cada músculo por debajo de los lóbulos de la oreja. Pero bajo el techo de una palapa tropical, con brisa soplando y luz empapando la sala, ofrecer al sol algunos saludos amigables se siente menos como ejercicio y más como gratitud (las clases sin reserva cuestan 15 dólares).
11 a.m.
A la baticueva
La península de Yucatán está llena de cenotes (sumideros en cuevas), y van desde pequeños y claustrofóbicos hasta enormes y claustrofóbicos. Cualquiera que viaje con niños valorará Aktun Chen, una combinación entre cenote, reserva de vida salvaje y tirolesa. Pida a su guía (lo conocerá al registrarse; nadie entra a las cuevas sin uno) un recorrido abreviado (los recorridos solo por las cuevas cuestan 33 dólares por adulto; 16.5 dólares los niños. El recorrido completo de cueva, cenote y reserva de vida salvaje cuesta 102 dólares). Intentarán convencerlo para que no haga el recorrido más corto, pero póngase firme y haga lo que yo: señale a los niños y alce los hombros; el gesto universal para “¿Qué le vamos a hacer?” Si hace el recorrido en 30 minutos, aún así verá los murciélagos y podrá caminar sobre el espeluznante puente subterráneo.
1 p.m.
Avistamiento de tortugas
Las playas de Tulum son de talla mundial, pero para acercarse a la acción bajo el agua, vaya a Akumal. A 20 minutos costa arriba, Akumal es el primo menos bohemio de Tulum, y su playa pública es ancha, limpia y salpicada con sitios de quesadillas de precios exagerados. Justo en medio está el Centro de Buceo Akumal. Ofrece abundantes clases grupales, pero nunca nadie se paró en la playa junto a una docena de extraños bronceados ataviados con aletas y snorkels, caminando hacia atrás para adentrarse al agua, sin sentirse ridículo. En cambio, mi esposo y yo alquilamos el equipo (18 dólares las aletas, visor, snorkel y chaleco salvavidas), nos saltamos la clase y seguimos el consejo de un guía: “Naden hacia la derecha”. Después, pasamos la siguiente hora siguiendo una muy amigable tortuga marina a lo largo de la diminuta bahía; hasta que finalmente se sumergió en las profundidades y nos dejó, presumiblemente para regresar a casa con su familia. Y nosotros hicimos lo mismo
Fuente: El Nuevo Herald