El Comic: Viaje a Tulum, Federico Fellini – Milo Manara (1989)

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Viaje a Tulum Fellini

Si ya de por sí el recuerdo puede ser algo engañoso y deformante, ¿qué decir del recuerdo de un recuerdo? ¿Cabe imaginar algo más mistificador? Fellini hizo ese importante descubrimiento a mediados de los años 80 a través de una película interesantísima, “Intervista”, por la que sentía una especial debilidad. También por la misma época escribió una historia por entregas que fue publicada en el diario Corriere della Sera y que se convertiría, años después, en un cómic con ilustraciones del popular Milo Manara. Tanto “Intervista” como el cómic citado, “Viaje a Tulum”, incluyen insólitas referencias al cine de Fellini, insólitas si se considera que Fellini nunca sintió la menor nostalgia por su trayectoria. El recuerdo del recuerdo se convierte, en esas obras, en el espacio de Cinecittà. Quizá la secuencia más celebrada de “Intervista” sea aquella en la que Fellini hace una visita, junto a un Marcello Mastroianni disfrazado del mago Mandrake y un Paolo Rubini que hace de Fellini joven, a una sorprendida Anita Ekberg a las afueras de Roma. A un golpe de su varita y al calor de un conjuro de magia (“¡Oh, varita de Mandrake, mi orden es inmediata: haz volver los hermosos tiempos del pasado!”), Mastroianni hace aparecer de la nada una pantalla donde se proyecta al instante la mítica escena de la Fontana di Trevi de “La dolce vita”. Tanto Mastroianni como Ekberg contemplan la proyección con una emoción contagiosa. Insisto: la sorpresa de esa secuencia anómala se debe a la poca nostalgia que, hasta entonces, había mostrado Fellini tanto en su vida como en su visionaria obra.

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Trip to Tulum Fellini

Las primeras páginas de “Viaje a Tulum” recuerdan la secuencia inicial de “Intervista”. Dos periodistas llegan a Cinecittà a bordo de un tranvía azul (¡que no está conducido por nadie!) para lanzarse a la búsqueda de Fellini. El cómic toma rápidamente un camino más asombroso: mientras los periodistas deambulan por el estudio van saliendo a su encuentro, de manera inesperada, algunos personajes de la filmografía felliniana, como los payasos del desfile de “Ocho y medio”, el niño Guido Anselmi, el mago del mismo título, la niña-diablo de “Toby Dammit”, la Gelsomina de “La Strada”, la giganta de “Las tentaciones del doctor Antonio”, la Susy de “Giulietta de los espíritus”, el coro principal de “Y la nave va”, las impresionantes máscaras de “Satyricon”, el hermano de Titta y el buey de “Amarcord”… Y cuando encuentran a Fellini, le descubren durmiendo junto a una laguna de la que sobresale la cabeza inmensa de “Casanova”. La sorpresa no acaba ahí: Fellini no se despierta por la llegada de los periodistas y una ráfaga de aire le arranca el sombrero que lleva puesto hundiéndolo en la laguna. Uno de los periodistas intenta recuperarlo pero acaba hundiéndose con el sombrero en el fondo de la laguna (sin problemas: el agua no le ahoga sino que se mueve en ella como un pez) y allí, en el fondo del agua, descubrirá los restos varados del transatlántico Rex (“Amarcord”), del transatlántico Gloria N (“Y la nave va”) y del avión en que debió viajar G. Mastorna. Persiguiendo al sombrero, que parece tener vida propia y que parece dirigirle a algún sitio, la periodista entra en el avión de Mastorna y se encuentra con un Marcello Mastroianni que responde al nombre de Snaporaz (como en “La ciudad de las mujeres”) pero que, en realidad, es el Guido Anselmi de “Ocho y medio”. Es entonces cuando Fellini aparece despierto, cuando también llega el segundo de los periodistas, llamado Vincenzo, y cuando el director les anuncia su deseo: Snaporaz y Vincenzo viajarán hasta la lejana ciudad de Tulum, en México, para descubrir el misterio de una antigua raza de videntes llamados los toltecas.

Fellini Trip to TulumFellini Trip to TulumFellini Trip to Tulum
Fellini Trip to Tulum

Bastarían las primeras páginas de “Viaje a Tulum” para reconocer el inmenso talento del director italiano (aquí escritor) para el frenesí fantástico. La imaginación de Fellini, una imaginación desbocada, exuberante, dio sus frutos hasta el último momento. Probablemente “Casanova” fue la apoteosis de un estilo que, en sus siguientes propuestas, se fue desmoronando. Las películas posteriores a esa cumbre son las ruinas de un estilo sin parangón. Pero incluso entre las ruinas no dejaron de asomar aquí y allá fragmentos de una belleza inusitada: la mayor parte de “Y la nave va” y “Ensayo de orquesta”, por ejemplo, o secuencias aisladas de “Ginger y Fred”, “Intervista” y “La voz de la luna”. También el principio de “Viaje a Tulum”.

Explicar la génesis de este cómic tiene su miga. El proyecto nace de la admiración que Fellini sentía por el antropólogo peruano Carlos Castaneda (y, en especial, por su libro “Las enseñanzas de don Juan”), lo que le hizo viajar hasta el Yucatán con un grupo en el otoño de 1985 (cosa rara, porque Fellini odiaba viajar). Cuando Fellini publica su narración sobre ese viaje en el diario Corriere della Sera en mayo de 1986, la empieza así: “Motivo del viaje: un director de cine, fascinado por las historias, los personajes, las leyendas y los ritos mágicos de las antiguas civilizaciones aztecas leídos en los libros de un estudioso latinoamericano, decide hacer una película sobre el tema y, para tantear el terreno, se propone visitar en compañía del escritor los lugares descritos en sus obras”. Lo asombroso es la manera en que la termina, cinco entregas después: “El viaje y la misteriosa aventura que narra esta historia, que yo he reconstruido libremente y escrito en forma de argumento cinematográfico, ocurrieron de verdad”. Esa declaración es un tanto misteriosa para un artista que siempre defendió la supremacía de la fantasía pero parece ser que Fellini, en la época en que escribió “Viaje a Tulum”, recibió una serie de llamadas inexplicables que le obligaban a tomar decisiones: olvidarse de representar a Carlos Castaneda en la historia era una, por ejemplo. Otra fue dejar por escrito que todo sucedió de verdad. Y Fellini, que era un supersticioso incurable, debió coger miedo al proyecto como le ocurrió en su día con el viaje de G. Mastorna. Así que, decidido a olvidarse del proyecto, tan sólo lo recuperó unos años después, en 1989, cuando un fervoroso admirador llamado Milo Manara le propuso hacer un cómic.

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Viaje a Tulum

Como en “Ocho y medio”, “Viaje a Tulum” es la narración de un proceso, de un hacerse, donde interesa más el viaje que la meta. Curiosamente, el Snaporaz del cómic no se muestra tan neurótico como el Guido Anselmi de la película, aunque su viaje sea igual de peligroso. Fellini no se mostró distinto en su regreso al territorio de la viñeta del estilo que le había hecho famoso en el cine: la narración se basa en una serie de episodios levemente engarzados, la imagen es exuberante, los diálogos fascinan por lo que tienen de misteriosos soliloquios: a menudo parecen conjuros rituales capaces de abrir nuevas dimensiones (como el ASI-NASI-MASA de “Ocho y medio”). Tras verse obligado a cerrar su filmografía con “La voz de la luna”, el talento felliniano volvió a encontrar su aliado en el arte de la viñeta lo que hizo que su carrera se cerrara de forma circular pues no sólo se había ganado la vida como caricaturista en Roma, haciendo dibujos para los soldados norteamericanos en sus primeros años en la ciudad, sino que ya antes había trabajado en Florencia para los semanarios satíricos “420” y “L’avventuroso” y en los guiones de algunos números de “Flash Gordon” (de hecho, la influencia visual de “Flash Gordon” en la alucinante “Satyricon” está más que demostrada). Tras “Viaje a Tulum”, Fellini volvió a colaborar con Milo Manara en un nuevo cómic, cómic con el que se enfrentó a la historia que le había cambiado para siempre, a la historia de la que surgió la mayoría de su cine posterior a “Giulietta de los espíritus”, a la historia que le mataría un día según le dijo una vez un vidente. “El viaje de G. Mastorna, llamado Fernet” se publicó en agosto de 1992. Fellini murió al año siguiente.

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scrito por: Lord Velasco, darribas73 el 03 Jul 2009 – Fuente >>>

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